Las elecciones, la democracia y Afganistán

En su afán de enseñarle al mundo – y al pueblo estadounidense – de que Washington puede traer la “democracia” a áreas donde se cree que falta en el globo, la administración Bush ha puesto en vitrina a la elecciones presidenciales de Afganistán, que por fin se celebraron el 9 de octubre después de dos retrasos anteriores. Lo que pasó allá tiene implicaciones para las elecciones proyectadas en Irak, y debe ser también una preocupación para nuestras elecciones el 2 de noviembre.

Al verse de acuerdo a los medios de comunicación convencionales, muchos aspectos del proceso fueron un éxito. Contrario a la violencia e inseguridad en general, la inscripción de votantes sobrepasó todas las expectativas, con más de 10 millones de afganos inscribiéndose y algunos, de acuerdo a reportes, más de dos veces. Las mujeres, aunque están marginalmente mejor bajo el gobierno del presidente interino Hamid Karzai de las que estuvieron bajo los fanáticamente opresivos Talibán, no obstante formaron un 43 por ciento de los votantes inscritos. La participación fue alta. Los incidentes de ataque contra las elecciones fueron menos de los que se anticipaban. Contrario a los cargos de fraude levantados por las irregularidades, que incluye la falta de un sistema de marcador digital, los rivales de Karzai – muchos afiliados a las pandillas perniciosas de los caciques – retrocedieron de un boicot y dijeron que aceptarían los resultados de una investigación de la ONU.

Aunque tomaría alrededor de tres semanas para contar los votos, Karzai, hombre fuerte puesto por Estados Unidos, una vez consultor de la transnacional petrolera Unocal, espera que sea declarado el ganador. Pero un vistazo más profundo revela muchas preguntas sobre el contenido verdadero de la democracia que la administración Bush empuja, y los muchos desafíos al tipo de futuro democrático y pacífico que espera el pueblo Afgano. Para mencionar tres: los caciques, los Talibán y Al Qaeda: Cerca del 40 por ciento del país está controlado por la renaciente Talibán en el sureste, y los caciques feudales en sus territorios dominan el resto. Hay frecuentemente brotes de luchas entre los antiguos bien armados aliados de La Alianza Norteña.

Washington dio a luz a los caciques y a los Talibán – los anteriores organizado por EEUU como líderes del mujahedeen en la guerra procurada por Washington contra el gobierno nacional democrático del Partido Democrático del Pueblo (PDP), y el Taliban que fue amamantado después que las pandillas mujahedeen cayeron en una cronica guerra civil a la caida del gobierno del PDP. Al Qaeda, todavía presente en la frontera de Afganistán con Pakistán, tiene orígenes similares. Las posibilidades que los Afganos puedan votar con seguridad contra las fuerzas dominantes en sus áreas están limitadas.

El opio y la economía: bajo las condiciones de continua violencia y la devastación persevera por 25 años de guerra, la economía afgana continúa estar dominada por el comercio del opio. Las flores del opio han mantenido a los caciques, a los Taliban y probablemente a Al Qaeda. En el 2000 el comercio de drogas constituyó más del ingreso anual del país, y el opio que se cultiva en la mayoría de las provincias Afganas, compuso el tres cuarto de la producción mundial. Aunque Karzai ha anunciado una campaña masiva contra ella, los pequeños agricultores cultivan las flores de opio porque pagan mucho más que cualquier otro cultivo, y porque la falta de un gobierno central efectivo les mantiene alejados de conseguir ayuda para cambiar a otros productos socialmente beneficiosos.

La continua opresión de las mujeres: aunque las mujeres representaron el 43 por ciento de los votantes inscriptos, ellas son el 60 por ciento de la población. Solamente el 10 por ciento de las mujeres pueden leer. Contrario a la propaganda que se le da a los derechos de las mujeres desde que los Talibán fueron destituidos del gobierno central hace tres años, los caciques de la anterior Alianza Norteña continúan frecuentemente con la violencia feudal y tribal contra las mujeres. Hasta se ha reportado que el mismo Karzai ha animado a los hombres a que permitan a sus mujeres inscribirse diciéndoles que, “más tarde pueden controlar por quien ellas voten”.

En resumen, aclamar que tener las elecciones presidenciales el 9 de octubre ha puesto a Afganistán en camino a la democracia es rendirse a la hechicería de la marca particular de opio ideológico vendido por la administración Bush. Solamente una política de reconstrucción dirigida por las Naciones Unidas puede comenzar a ayudar al pueblo Afgano a sobresalir de la terrible devastación impuesta por las administraciones sucesivas de EEUU y regresar al camino de paz, independencia y democracia que ellos idearon hace casi un cuarto de siglo.

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