Brechas y mentiras de los republicanos

La convención republicana estaba llena de brechas y mentiras, y la coalición anti-Bush debe tomar nota de ellas y no dejarse desanimar por los reportes de los medios informativos corporativos.

John Kerry salió peleando en Springfield, Ohio, en una manifestación de medianoche de más de 15.000 personas al finalizarse la convención republicana. Kerry desafió a Bush y a Cheney, calificándolos como “no aptos para dirigir” porque mintieron sobre Irak, porque no han hecho al mundo un lugar más seguro, y porque tienen un récord vergonzoso en cuestiones de empleo, servicios de salud y energía.

Los republicanos se envolvieron en los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre, ofreciendo a la nación guerra, miedo y división. Mantuvieron a todos sus partidarios de la derecha religiosa y neoconservadores fuera de la tarima. Ya que no pudieron proclamar el récord de Bush sobre la economía y los trabajos, sobre los derechos democráticos, civiles, y de inmigrantes y mujeres, educación y servicios médico, solo ofrecieron el miedo y los ataques verbales contra Kerry.

La campaña Bush-Cheney está muy preocupada por el impacto de la película de Michael Moore, Fahrenheit 9/11, que reveló a George W. Bush como rico insensible, comandante en jefe despistado, tan paralizado como un venado hipnotizado por los focos de un auto por siete minutos en la aula de una escuela primaria de Florida el 11 de septiembre de 2001 después de haber sido informado de los atentados terroristas; heredero mentiroso y tramposo de la dinastía Bush que se robó las elecciones del 2000. Así que corrieron a rehacer su imagen como un “conservador compasivo” a quien se le puede encargar la seguridad de la nación.

Los republicanos fanáticos no se encontraron en la tarima, pero se encontraron a uno igual de rabioso en la persona del demócrata Zell Miller. Su discurso estaba tan llenó de tergiversaciones y mentiras que hasta David Brooks, comentarista conservador del periódico The New York Times, admitió que Miller “estiró la verdad”.

En su discurso de aceptación, Bush no mencionó a Osama bin Laden. Sí que hizo mención de Saddam Hussein, pero guardó silencio sobre el hecho de que todas las razones ofrecidas por la guerra fueron falsas. No hubo conexión ninguna entre Irak y el 11 de septiembre. No hubo amenaza inminente a EEUU por parte de Irak y Hussein. No había armas de destrucción masiva. La tortura en Abu Ghraib hizo mucho daño a la afirmación de Bush, que la guerra está “trayendo la democracia” a Irak.

John McCain, partidario de Bush, se puso de acuerdo con los demócratas sobre cuestiones de seguridad nacional. Los demócratas, dijo él ante la convención republicana, argumentan que la fuerza militar por si sola no es capaz de poner fin al terrorismo. Hace falta la cooperación internacional, una mejor diplomacia, más efectividad en hacer cumplir la ley, la inteligencia y medidas por poner fin al lavado de dinero. “Estamos de acuerdo”, dijo. Pero Bush echado a perder cada una de estas metas.

El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, el “terminador” magreador de mujeres cometió una de las metidas de patas más deslumbrantes de la convención cuando calificó a los que son pesimistas sobre la economía como “afeminados económicos”.

Evidentemente, los 44 millones de personas sin beneficios de salud, los desempleados, subempleados y los que trabajan por salarios bajos, todos son “afeminados”. La élite republicana no puede identificarse con norteamericanos que luchan para sobrevivir; pues los menosprecia. Casi nada se habló sobre las cuestiones principales de estas elecciones como el empleo, la salud, los derechos constitucionales, derechos civiles y de mujeres, y la retira de las tropas en Irak.

En su discurso de aceptación, Bush trató de vender su plan doméstico. Llamó por 7 millones nuevos dueños de casas, y una “sociedad de propietarios”. Pero se está aumentando el número de gente que pierden sus casas por no poder pagar los abonos hipotecarios. En Ohio el número de pérdidas de casas subió 26 por ciento durante el pasado año cuando sus dueños se enfrentaron a pérdidas de trabajos, prestamistas rapaces, entre otros apuros.

Sin propuestas para trabajos buenos ni para beneficios de salud, el plan de Bush queda vacío. Pero sus amenazas de pasar un impuesto fijo, de hacer permanentes los recortes de impuestos para los ricos, y de privatizar al Seguro Social son muy reales. Si Bush logra ganar cuatro años más, vendrán en camino estas amenazas, además otras guerras y la posibilidad del servicio militar obligatorio.

Los republicanos se proyectan como invencibles, pero son muy vulnerables. Las elecciones se ganan o se pierden en las trincheras, con el trabajote casa a casa, barrio a barrio, lugar de trabajo por lugar de trabajo, y persona a persona. Los más de medio millón de manifestantes contra Bush que llenaron las calles de Nueva York del 29 de agosto hasta el 1 de septiembre retomaron la iniciativa electoral y les quitaron a los republicanos un poquito de su ritmo.

Kerry y John Edwards tomaron la ofensiva el Día del Trabajo. Fueron recibidos por grandes números de gente en los sitios rurales y urbanos.

Mientras Bush aceptaba su nombramiento, la AFL-CIO movilizó a más de 15.000 sindicalistas que fueron de casa a casa, alcanzando a un millón de hogares de sindicalistas.

Bob Schmetzer, de 57 años de edad, electricista afiliado al sindicato y proveniente de Beaver, Pensilvania, participó en las caminatas de barrios. No se echó para atrás ni un paso frente a la ofensiva republicana. “Estas son las elecciones más importantes que nunca he visto”, dijo.

“El grupo que dirige a nuestro país a destruido al país realmente”.

La gente común se alza para enfrentarse al reto de la historia de derrotar a la administración ultraderechista de Bush. El guión astuto de la convención republicana no les desanima.

Terrie Albano es la editora del People’s Weekly World. Se puede comunicar con ella al talbano@pww.org.