Detroit: ¿tiene futuro?

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En mi espíritu todavía soy de Detroit. Los años que yo pasaba allí me dejaron una huella distintiva en mí corazón.

El mes pasado visité a Detroit y pude ver una vez más con mis propios ojos lo que se puede calificar como una catástrofe, tanto económica como humana. Esta gran ciudad de tradición afroamericana y de clase obrera ha sido saqueada por la clase empresarial. Sin estar allí es difícil imaginar la escala de destrucción y la crisis de la vida diaria. Sin exagerar, no hay palabras para describirlo.

La crisis ahí ya tiene muchas décadas. La Gran Recesión, por brutal que sea, sólo logró profundizar la miseria económica, cerrando todas las avenidas que quedaban para encontrar trabajo y una vida decente.

Sí existen espacios para el desarrollo, sobre todo en el centro de la ciudad, pero las señales de pobreza se encuentran en todas partes. Detroit, como reza el dicho, no es lugar para flojos.

El desempleo ha alcanzado oficialmente al 27 por ciento y a un 45 por ciento extraoficial, de acuerdo con un artículo reciente del periódico Detroit News. En lo más profundo de la Depresión ese dato andaba alrededor del 25 por ciento.

La base productiva de la ciudad ha sido reubicada, cerrada y desmantelada. Cuando llegué por primera ves a Detroit a mediados de los años '70, las plantas de automóviles, grandes y pequeñas, se extendían por todo el sudeste y suroeste de la ciudad, ofreciendo trabajos sindicalizados y beneficios a trabajadores afronorteamericanos y blancos por igual y abriendo un punto de entrada a trabajos en esas mismas plantas para sus hijos. La planta Ford Rouge cercana de Dearborn era un sitio de producción con todo, desde la producción del acero hasta líneas de asamblea de automóviles, y empleaba a cerca de 25.000 trabajadores.

Durante los últimos años la ciudad ha perdido un millón de personas. Algunos se fueron a otros estados. Otros se mudaron a los suburbios. Esta despoblación en el espacio de unas pocas décadas, de lo que fue en su momento una ciudad vibrante es más probablemente un fenómeno sin precedente en la historia norteamericana.

Las escuelas y la calidad y disponibilidad de otros servicios públicos reflejan la extensión de crisis de la ciudad.

Son comunes los hogares abandonados y el creciente número de solares donde había una vez casas. Algunos de estos últimos se han convertido en jardines comunitarios; un testamento al inventivo y espíritu comunal de la gente de la ciudad.

La ciudad es como "una pasa bajo el sol".

La mayoría de los pobres son afroamericanos, pero no todos. La gente blanca pobre y una comunidad mexicana bien establecida también permanecen. Uniéndose a ellos están los nuevos inmigrantes, en su mayoría centroamericanos.

Como se ve, el futuro está por decidirse. Una cosa está claro: nadie debe poner su esperanza en el capital privado ni en el sector privado.

Las causas inmediatas de esta calamidad se pueden trazar a la intersección del capital privado (se puede decir de las corporaciones automovilísticas), el racismo intensificado y el extremismo de ultraderecha que dominaba a nuestra política nacional durante tres décadas.

A un nivel mas profundo, el culpable es el capitalismo. Su deseo innato e insaciable de acumular capital y de aumentar las ganancias hasta lo máximo posible es el motor que ha sostenido la explotación implacable a los trabajadores de la industria automovilística, el desarrollo de una industria automovilística global súper competitiva, nuevas redes descentralizadas de producción, la huida del capital de la economía verdadera, destinando las ganancias a aventuras especulativas en mercados financieros desreglados, y el empobrecimiento y quebrantamiento de los trabajadores de la industria y sus comunidades, no sin mencionar la desigualdad racial y la opresión.

El capital privado y el más alto desarrollo capitalista (que se desarrollaba mano en mano con la esclavitud racial y sistemas posteriores de opresión racial) hicieron de la ciudad y de sus trabajadores una porquería, y ya no tienen ganas de limpiarla. ¿Dónde buscará la gente de Detroit soluciones? ¿Qué es lo que se necesita para revivir a la ciudad? Tres cosas me llegan a la mente.

Primero, un compromiso masivo y sostenido por parte del gobierno federal para reconstruir a la ciudad, proporcionar empleos, y reestructurar la economía de la región dentro la idea ecologista.

Segundo, una batalla contra la histeria del déficit que viene de Washington y Wall Street. El déficit es problema potencial, pero poca cosa frente a una economía estancada que, si no se hace nada, nos promete un largo período de gran desempleo y creciente desigualdad.

Tercero, un fortalecimiento al movimiento que eligió al Presidente Obama. Si hay una conclusión que podemos extraer del ano pasado, es que ese movimiento multirracial sostenido y que sigue creciendo, con el sindicalismo en el centro, no está todavía funcionando con todos los cilindros.

La reciente iniciativa de trabajos e infraestructuras de la AFL-CIO, NAACP, La Raza y otras organizaciones representan la base de un lanzamiento potencial para una lucha transcendental por el futuro de Detroit y del país mismo.

Así como lo veo, un movimiento multirracial energizado y con base amplia es el enlace clave que, si es que se agarra, puede cambiar decididamente el rumbo de Detroit y de todo el país hacia un camino que favorezca al pueblo y a sus comunidades, a la igualdad racial y a otras formas de igualdad en vez de ganancias corporativas, recortes de impuestos a los ricos, gastos bélicos y un desarrollo económico racialmente desigual, inclinado y no nivelado.

A más largo plazo, está en la agenda un sistema alternativo: el socialismo, en donde la actividad productiva consciente se concentra sobre las necesidades de los trabajadores y sus aliados.

 

Foto: El "Espíritu de Detroit" estatua en el centro de Detroit. http://www.flickr.com/photos/farlane/ / CC BY 2.0